En un
sinfín de ocasiones, y movidos por el echo de afrontar nuevas empresas llenas de desafíos, solemos crear en nuestra imaginación un halo de esperanzas y
expectativas. Un mundo lleno de situaciones utópicas que tienen como función, insuflar cierto aliento y valentía con que poder afrontar momentos nunca antes vividos. Digamos
que, desde el fondo de nosotros, surgen unos mecanismos de defensa que nos
envalentonan, cual antídoto, para afrontar nuestros miedos a lo novedoso.
Engañaría,
a mí en primer lugar y al lector a continuación, si reconociera que el
ideal que inventé antes de embarcarme en
este viaje, se transformó en realidad tangible al pisar tierras
peruanas. Mentiría si reconociera que esto es como lo esperaba desde la distancia.
Uno piensa que el voluntario, es aquel que
ofrece su bien mas preciado, su tiempo a coste cero, en periodos de trabajo,
que a priori apenas le dejarían
instantes de descanso. Pero, querido lector, como dije antes, le estaría engañando.
La utopía
de este iluso, donde todo era de color de rosa, la protagonizaban: proyectos
con agotadoras sesiones de trabajo; coordinadores a la altura de una ONG
internacional; voluntarios cuyas pretensiones iban ligadas a la extraña intención de empaparse con la
cultura, idioma, y tradiciónes locales…Me
ilusionaba con la idea de experimentar unos meses de incansable cooperación. Pero
tiempo ha, descubrí, que la perfección es esa extraña palabra que solo sale a
la luz en las películas hollywoodienses.
Al llegar
aquí, uno se estrella de bruces con la realidad existente. Una situación donde la
figura predominante es la descoordinación, la cual, estaría a la altura de la
falta de información acerca del proyecto asignado. Una incompetencia que, a uno,
le llevan a estar durante las primeras semanas, sin nada mejor que hacer que
holgazanear a orillas del Pacífico o, con ordenador en mano, creerse digno del Premio Planeta. Uno empieza a desilusionarse viendo como, en su mayoría, el
voluntario internacional no busca, salvo sesión fotográfica cultural, tomar contacto
real con la tierra, tradiciones y gentes con las que convivirán durante
semanas o meses. Bien es cierto que sabia donde me metía, en una ONG inglesa. Era
conocedor, que el idioma predominante sería el anglosajón, y es por esto que
intento hacer mis pinitos en la lengua de Shakespeare. Aún así, me sigue
asombrando que el voluntario, salvando contadas excepciones, no tiene ninguna
intención de aprender el idioma que usan por estas latitudes, es mas, atrevería
a afirmar, que no tienen intención de introducirse en su cultura y en sus
tradiciones.
También
faltaría a la verdad si dijera que las primeras semanas, y motivado por las
situaciones anteriores y muchas otros sucesos demasiado largos para redactar en
escaso folio y medio, no rondó por mi mente la idea, cobarde por otro lado, de
acortar mi aventura en Perú. Así que para silenciar esa vocecilla que iba
aumentando dentro de mi. Decidí que era hora, ya, de empezar a buscar aquello
por lo que vine aquí. Ya era hora de empezar a conocer Perú. Y quién mejor para
enseñármelo que el propio peruano.
Hablando
con el peruano, uno descubre que es compatible, y nada difícil, acallar la
curiosidad del gringo utilizando siempre la mejor de sus sonrisas. Hacen real
el típico tópico del voluntario “a pesar
de no tener mucho, lo poco que tienen te lo ofrecen”. El peruano se viste,
en muchas ocasiones, de guía turístico improvisado. E incluso, es capaz de
acompañar al extranjero, al que apenas conoce, en la caza del apartamento perfecto. Por no decir, que en innumerables ocasiones actúan de regateadores
amigos, evitando así que un pelo rubio, ojos azules y piel clara, sean sinónimos
de engaño.
Supongo, y
sé, que, al igual que en cualquier parte del mundo, por aquí también se estila
el pillaje, la agresión y el robo. Y aunque no pretendo conocerlos de primera
mano, aún me queda tiempo acá. Mi percepción puede verse modificada en función de vivencias futuras. De momento, y haciendo balance, atrás queda esa imagen, negativa
y oscura, del peruano ladrón, conflictivo, e incluso asesino, que crean todas aquellas
historias encabezadas con, el ya mítico, “una vez..al primo del primo de un amigo…”. Una imagen que se tornó en simpatía, amabilidad y servicialidad, todo ello, claro está, aderezado con eternas sonrisas
En mis
proyectos, algún día también hablaré sobre ellos, se trabaja con las gentes mas
humildes de esta zona, cuyos barrios son conocidos, aquí, como los malos. Tomando
palabras de un propio peruano, trabajo con “lo
peor, de lo peor”. Pues bien, un peor de la peor parte de
Trujillo, hace días que dijo una de las frases mas bonitas que escuche en los
últimos meses…”Luis…nos gustan los
extranjeros como tú, porque vienen a acá portando su corazón humilde”.
Y es que, en
muchas ocasiones, el oro no es lo que mas reluce.
Quizá todo esto sea solo literatura para
enganchar a la gente a mi experiencia. Quizá todo esto solo valga para ganarme
algún que otro "mierda un peor". El caso es que he escrito lo que quería
escribir
Haciendo el peor desde
Huanchaco
Luis
P.D. Simplemente
porque durante esta semana vi llover en un día soleado. Y como es la primera
vez que siento la lluvia en Perú…la canción de la semana va para…
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