Aun recuerdo la primera conversación que mantuve en Perú, fue en Lima,
hace apenas dos semanas y fue, como no, con un taxista. Recuerdo estar hablando con él
acerca de la cantidad de turistas que visitaban la zona y lo que solían hacer,
pero iluso de mi, le preguntaba como aquel que se considera nativo por el mero
hecho de hablar una misma lengua. ¡Que equivocado estaba!
Tardé poco tiempo en entender que era otro turista mas. Curiosamente no
fue por el hecho de andar con ropas veraniegas mientras ellos aun vestían
abrigos y jerséis de lana, cuando llegué era aún invierno. Ni tampoco descubrí mi condición al sentir las constantes miradas, en ocasiones inquisitoriales, en
ocasiones de sorpresa y curiosidad. No. Me sentí extranjero cuando, por primera
vez, escuché esa palabra que me seguiría acompañando hasta el día de hoy, y
supongo que hasta el día que regrese a España: "...estas loco
gringo!!!". Salió de un taxi de los conocidos, aquí, como no muy seguros.
Y pensareis, ¿que narices hiciste para que pusieran el grito en el cielo con
esa frase? Fácil, aquí, en Perú, mi acción es considerada como una locura. En España,
solo se le conoce como cruzar una calle por un paso de cebra, cuando el
señorito del semáforo deja de sentir vergüenza y te invita a pasar transformándose a verde. Algún día me gustaría hablar sobre el tráfico local...
Así fue como descubrí que era un gringo. Yo, que siempre pensé que el
gringo era ese norteamericano que iba con su sombrero vaquero y su pañuelo de
confederado atado al cuello. Pues no, aquí también se conoce como gringo al
europeo, alto o bajo; con piel clara o mas oscura; rubio o moreno, y si encima
es algo desgarbado y con cierta cara de "cartuli", "pringles",
"empanao" o despistado, dependiendo del lector elegirá el adjetivo
mas idóneo, como la mía, el nivel de "gringrismo" aumenta en tres puntos.
Hace unos días, hablando con una médica voluntaria de Canarias, me soltó
la frase "Luis, aquí uno no es realmente un gringo, hasta que no tiene
diarrea y no lo intentan robar". Me recorrió por el cuerpo, desde la
uña del dedo meñique del pie hasta la última punta del pelo de mi cabeza, una
sensación de cierto miedo al escucharla decir eso. A decir verdad no sé a cual
de las dos tenía pánico, bueno, realmente si lo se, pero supongo que queda algo
feo si confieso. Digamos que Murphy me
visitó al día siguiente, y me explicó sentado en un trono de porcelana, en que
consistía eso de su temida ley.
Y como al parecer los españoles somos muy orgullosos, estereotipo que
tienen el resto de europeos de nosotros, decidí convertirme en un gringo autentico. Me
tenían que intentar robar. Los mas agoreros pensaran en un hombre encapuchado
que asalta al español de turno en un callejón a oscuras con su cuchillo, su navaja, o
porque no, su pistola con la que acaba de matar a otros tres turistas por
apenas unos soles. No tuve tanta suerte, no es que quiera volver en una cajita
de madera a mi casa. Es que a mi me intento robar una mujer entrada en años en
su puestecito de fruta. A continuación relato lo acontecido.
Y creo que conseguí convencerla, porque al final la compré por 0,30
soles. O simplemente le enseñé a que si el gringo habla medianamente español,
ha de tener una técnica mas depurada para tratar de sacar grandes beneficios.
Una técnica similar, por ejemplo, a la de aparecer encapuchada por un callejón a oscuras con
su cuchillo, su navaja, o porque no, su pistola con la que acaba de matar a tres gringos
ingleses por no comprarles las mandarinas a 2,50 soles.
Quizá todo esto sea solo literatura para enganchar a la gente a mi
experiencia. Quizá todo esto solo valga para ganarme algún que otro "
mierda un peor". El caso es que he
escrito lo que quería escribir.
Haciendo el peor desde Huanchaco
Luis
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