miércoles, 3 de octubre de 2012

EL GRINGO




Aun recuerdo la primera conversación que mantuve en Perú, fue en Lima, hace apenas dos semanas y fue, como no, con un taxista. Recuerdo estar hablando con él acerca de la cantidad de turistas que visitaban la zona y lo que solían hacer, pero iluso de mi, le preguntaba como aquel que se considera nativo por el mero hecho de hablar una misma lengua. ¡Que equivocado estaba!

Tardé poco tiempo en entender que era otro turista mas. Curiosamente no fue por el hecho de andar con ropas veraniegas mientras ellos aun vestían abrigos y jerséis de lana, cuando llegué era aún invierno. Ni tampoco descubrí mi condición al sentir las constantes miradas, en ocasiones inquisitoriales, en ocasiones de sorpresa y curiosidad. No. Me sentí extranjero cuando, por primera vez, escuché esa palabra que me seguiría acompañando hasta el día de hoy, y supongo que hasta el día que regrese a España: "...estas loco gringo!!!". Salió de un taxi de los conocidos, aquí, como no muy seguros. Y pensareis, ¿que narices hiciste para que pusieran el grito en el cielo con esa frase? Fácil, aquí, en Perú, mi acción es considerada como una locura. En España, solo se le conoce como cruzar una calle por un paso de cebra, cuando el señorito del semáforo deja de sentir vergüenza y te invita a pasar transformándose a verde. Algún día me gustaría hablar sobre el tráfico local...

Así fue como descubrí que era un gringo. Yo, que siempre pensé que el gringo era ese norteamericano que iba con su sombrero vaquero y su pañuelo de confederado atado al cuello. Pues no, aquí también se conoce como gringo al europeo, alto o bajo; con piel clara o mas oscura; rubio o moreno, y si encima es algo desgarbado y con cierta cara de "cartuli", "pringles", "empanao" o despistado, dependiendo del lector elegirá el adjetivo mas idóneo, como la mía, el nivel de "gringrismo" aumenta en tres puntos.

Hace unos días, hablando con una médica voluntaria de Canarias, me soltó la frase "Luis, aquí uno no es realmente un gringo, hasta que no tiene diarrea y no lo intentan robar". Me recorrió por el cuerpo, desde la uña del dedo meñique del pie hasta la última punta del pelo de mi cabeza, una sensación de cierto miedo al escucharla decir eso. A decir verdad no sé a cual de las dos tenía pánico, bueno, realmente si lo se, pero supongo que queda algo feo  si confieso. Digamos que Murphy me visitó al día siguiente, y me explicó sentado en un trono de porcelana, en que consistía eso de su temida ley.

Y como al parecer los españoles somos muy orgullosos, estereotipo que tienen el resto de europeos de nosotros, decidí convertirme en un gringo autentico. Me tenían que intentar robar. Los mas agoreros pensaran en un hombre encapuchado que asalta al español de turno en un callejón a oscuras con su cuchillo, su navaja, o porque no, su pistola con la que acaba de matar a otros tres turistas por apenas unos soles. No tuve tanta suerte, no es que quiera volver en una cajita de madera a mi casa. Es que a mi me intento robar una mujer entrada en años en su puestecito de fruta. A continuación relato lo acontecido.


Fuí a visitar con otras voluntarias un mercado de abastos, el típico que todos hemos podido ver en los documentales de la 2. No había desayunado nada, tenía mucho hambre (lo siento navas no lo pude evitar), así que pensé en comprar una simple mandarina en un puesto. Me acerqué al que tenía mejor pinta, y ví que el kilo de mandarinas rondaba los 2,50 soles. Muy amablemente, con mi castellano de España, saludé a la señora invitándola a que me vendiera una sola mandarina. La sorpresa vino, cuando la amable mujer, cambió su careta de rebosante simpatía  por otra de pícara ladronzuelo y me espetó eso de: "si señor, son 1,50 soles." Nunca solté un mayor ¿Que?!!!, como el de aquella mañana. En apenas un segundo fuí capaz de elaborar dos teorías. La primera, "esta mandarina que es mas pequeña que mi mano, ¿puede pesar mas de medio kilo?" La segunda, y creo que la mas probable, fue: "¿tengo tanta cara de cartuli, pringles, empanao o despistado?" Tuve que intentar explicarle el teorema de la regla de tres, tal y como el padre Joselín me la enseñó en su día.

Y creo que conseguí convencerla, porque al final la compré por 0,30 soles. O simplemente le enseñé a que si el gringo habla medianamente español, ha de tener una técnica mas depurada para tratar de sacar grandes beneficios. Una técnica similar, por ejemplo,  a la de aparecer encapuchada por un callejón a oscuras con su cuchillo, su navaja, o porque no, su pistola con la que acaba de matar a tres gringos ingleses por no comprarles las mandarinas a 2,50 soles.

Quizá todo esto sea solo literatura para enganchar a la gente a mi experiencia. Quizá todo esto solo valga para ganarme algún que otro " mierda un peor".  El caso es que he escrito lo que quería escribir.

Haciendo el peor desde Huanchaco

Luis

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