domingo, 16 de diciembre de 2012

HASTA OTRA...




Querido Perú:

Llevo bastante tiempo, alrededor de dos semanas, planificando y desechando posibles ultimas entradas de, este, tu blog, mi blog. Supongo que son demasiadas las cosas vividas en tus carnes, en mis carnes, que quiero rememorar, tratando, así, de poner un colofón acorde con este capítulo de mi vida; acorde con las gentes, tus gentes, de las que me dejaste disfrutar. Experiencia sin igual, que apunto esta de finalizar. Sensaciones; momentos; visiones; acciones y sonrisas, sobretodo, sonrisas, que atropelladas en las puntas de mis dedos provocan, en mi, cierta esterilidad literaria. Párrafos que han ido llegando, a mi mente, en momentos inesperados y que se han ido ausentando, fugazmente, cuando me despistaba. Hoy, a pocas horas de verme marchar, decidí que me despediría de la manera mas sincera, sobre la marcha, sin esquemas previos, sin temática pre-establecida. En mi despedida, te escribiré lo que siento y como lo siento.

Bien sabes que soy un nobel en el mundo de la letra. Conoces, de sobra, que fue gracias a ti por lo que me embarque en este desafío literario. Un recién llegado que comete numerosos errores al redactar y que, quizá, no es lo suficientemente explicito al hablar. Eres conocedor que con cada escrito, que te dedicaba, iba sumando experiencia; iba tratando de mejorar, para conseguir acercar tu esencia al, interesado, lector. Con el tiempo fui consciente sobre los temas que pudieran hacer mas mella en el receptor; con el paso de las entradas, descubrí que sentir cierta acongoja en la garganta era, o podía ser, sinónimo de lectura interesante. Hoy tengo esa acongoja.

Cuando se está siendo dominado por ese nudo en la garganta propio, de nacimientos y funerales; decepciones y alegrías; y sobretodo, principal protagonista de despedidas. Uno debe abrir su grifo emocional dando rienda suelta al sentimiento y pensamiento que lo aflige o lo alegra.

Hoy, en el día que me despido de ti, no puedo sino evaluar mi estancia aquí. Echando la vista atrás tengo que, en estas pocas horas, decidir si, verdaderamente, te conocí; decidir si conocí a tus gentes; tus costumbres; tus culturas; tus realidades sociales. Me gustaría reconocer que si, pero eres un territorio demasiado basto como para descubrirte por completo. Aun así, me voy muy satisfecho.

Sabes, de sobra, que mis inicios por aquí no fueron nada aragüeños. Yo te soñaba verde y selvático; te soñaba escarpado y montañoso. Me sorprendiste amarillo, llano y desértico. Pero, a ratitos, te fui conociendo.

Descubrí que los ladrillos de abobe de tus casas, escondían, en su interior, historias y vidas, ricas en humanidad. Tesoro, de gentes, que, sintiéndolo mucho, dejan en mal lugar a tus productivas, y extranjeras, minas de oro y plata. Porque si algo he aprendido, en tu compañía, es que la vida se compone de pequeñas satisfacciones inmateriales. Pequeños detalles incomparables a la fugacidad de lo obtenido a golpe de billetera. Porque, contigo, aprendí el valor real de una, pobre, sonrisa infantil; de un, anciano, relato vital; de una bienaventuranza de un bienaventurado. Contigo aprendí que un nombre, mi nombre, tiene mayor significado cuando surge de bocas que, hasta hace pocas semanas, desconocían de mi existencia.

Descubrí, que tu severo clima norteño castiga duramente la piel de tus gentes; las quema sin hacer distinción de edades, géneros, salarios o nacionalidades. Quizá tu Sol, esa estrella que no da tregua, provocó que la generosidad y hospitalidad de tus gentes haya evolucionado hasta situarse como en pocos lugares. Tiempo ha que te comenté que en no muchas latitudes se ofrece un avituallamiento; un descanso; una sombra, al peregrino extranjero.

Porque eso somos, peregrinos que vienen y van. Personas a las que, entusiasmadas, ves llegar y que con cierto aplomo y penuria dejas marchar. El peregrino, a varios metros de altura, te va despidiendo con la mirada, a través de la escotilla del avión. Va, poco a poco, despertando de un sueño, que le lleva sin retorno a su conocida realidad. Y te nos vas quedando atrás, recibiendo, con brazos abierto, a unos, y despidiendo, con pañuelos, a otros. Pero tú siempre quedas. Permaneces con tus realidades y con tus problemas; con tus necesidades y tus pobrezas.

Supongo que quienes marchamos, tenemos esa sensación de haberte utilizado para mejorar nuestras existencias; para desarrollarnos como personas. Quienes te dejamos, pensamos que no hemos sido justos contigo, que deberíamos haber trabajado mas, haber descansado menos. Es por eso que, para sentirnos mejor con nosotros mismos, te dejamos un trozo de nuestro corazón. ¿Qué ironía no? Como si no tuvieras bastantes que salvaguardar y arreglar ya.

Estoy seguro que este es solo un hasta luego. Sabes que tengo que visitar tu, turístico, Sur. Así que, hasta que llegue ese momento, por favor, trata a tus gentes como nos trataste a nosotros; cuida de ti como nos cuidaste a nosotros. Por favor, Perú, lucha por ti y por  quienes hacen de ti un lugar inigualable.

Te echare de menos


Luis


P.D. Porque quizá, durante estos meses, todo esto haya sido solo literatura para engancharos a mi experiencia. Porque quizá solo haya valido para ganarme algún que otro "mierda un peor".  El caso es que, en este blog, he escrito lo que quería escribir…así que sin duda la última canción debe ser esta...



1 comentario:

  1. Luis, me alegro de dos cosas: de que tu experiencia haya sido tan buena como has ido relatando y de que estés pronto de nuevo entre nosotros.

    ResponderEliminar